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¿Avenida de la Libertad o Camino a la Ruina? Cuando el Bosque se Silencia antes de la COP30

9 de mayo 2025.

La primera y más perdurable forma en que lo divino se nos revela es a través de la creación: el mundo vivo y palpitante que nos rodea. Esto se cumplió en la revelación de Jesucristo. Lo que me conmovió profundamente en esta Cuaresma de 2025, mientras el mundo se prepara para la COP30, es el poderoso llamado de los obispos católicos de Brasil a un tiempo de "Fraternidad y Ecología Integral". Han escuchado el clamor de nuestra Casa Común y también han reconocido nuestro fracaso, especialmente dentro de las comunidades de fe que se centran principalmente en prácticas espirituales, para estar a la altura de nuestra responsabilidad con la Tierra. Estamos perdiendo cada vez más nuestra sensibilidad a los signos de los tiempos, alejándonos de nuestra vocación de leer y responder al gemido de la creación.

En su encíclica Laudato Si' (Alabado seas), el Papa Francisco criticó la política miope impulsada por intereses consumistas, enfatizando que el cambio climático y la justicia social están profundamente interconectados y forman “una crisis compleja”.

Ha instado constantemente a la acción climática urgente. Antes de una visita al Sudeste Asiático el año pasado, comentó: «Si midiéramos la temperatura del planeta, mostraría fiebre; la Tierra está enferma». Instó a todos a asumir su responsabilidad protegiendo la naturaleza y transformando tanto los estilos de vida personales como las prácticas comunitarias.

En este sentido, el historiador cultural y teólogo Thomas Berry observó: “Dada la enormidad de lo que está sucediendo y las consecuencias para cada ser vivo del planeta, podríamos reflexionar sobre la necesidad de establecer comunidades religiosas dedicadas a proteger la Tierra de una mayor devastación y guiar a la comunidad humana hacia un período en el que estaremos presentes en la Tierra de una manera mutuamente enriquecedora”.

La próxima cumbre climática COP30, que se celebrará en Belém, Brasil, pretende señalar un renovado compromiso global con la sanación de nuestro planeta. Sin embargo, mientras los equipos de construcción recorren 13 kilómetros de selva amazónica protegida para construir una carretera de cuatro carriles llamada Avenida Libertad En la “Avenida de la Libertad” nos encontramos ante una contradicción que nos hace reflexionar: ¿es esto libertad o amnesia ecológica?

 
Contenido del artículo

La selva amazónica, a menudo llamada el "pulmón de la Tierra", es una de las biorregiones más vitales del planeta. Respira para el mundo, regula los patrones climáticos y alberga una antigua red de biodiversidad irremplazable. Destruirla con el pretexto de facilitar una cumbre climática es más que irónico: simboliza trágicamente la crisis que enfrentamos. Como escribió Berry: "La crisis ambiental es fundamentalmente una crisis de la mente, una crisis del pensamiento, una crisis de la narrativa". ¹

La visión de Berry nos ayuda a enmarcar este momento no solo como un fracaso político, sino como una ruptura en nuestra forma de imaginar nuestra relación con la Tierra. Insistió en que la Tierra no es un conjunto de recursos para gestionar, sino una comunión de sujetos, una comunidad sagrada de la que formamos parte. La Amazonia no es solo un sumidero de carbono; es un miembro vivo y palpitante de la Comunidad de la Tierra.

El gobierno del estado de Pará ha defendido el proyecto vial, alegando que es anterior a la COP30 e incluye características ecológicas como iluminación solar y pasos de fauna. Sin embargo, estos gestos, por bienintencionados que sean, no compensan el coste más profundo: la tala de árboles antiguos, el desplazamiento de comunidades indígenas y la alteración de ecosistemas delicados. No se trata de problemas técnicos con soluciones técnicas. Como advirtió Berry, vivimos en una relación autista con el mundo natural, incapaces de escuchar el clamor de la Tierra porque estamos atrapados en una cosmovisión de dominación.²

Esta crisis no se limita a Brasil. Forma parte de un patrón global: intereses económicos y políticos camuflados en el lenguaje de la sostenibilidad. Se celebran grandes cumbres y se hacen promesas, mientras se talan los bosques, se calientan los océanos y desaparecen especies. «Solo nos hablamos a nosotros mismos», escribió Berry. «No hablamos con los ríos; no escuchamos al viento ni a las estrellas. Hemos interrumpido la gran conversación».

Lo que se necesita ahora no es más simbolismo, sino transformación. Berry llamó a esto la Gran Obra de nuestro tiempo: la transición de una forma de vida centrada en el ser humano a una centrada en la Tierra. Esto implica reorientar nuestras economías, nuestra política y nuestras religiones para alinearlas con la sabiduría y los límites de la Tierra. Significa escuchar al bosque no como un obstáculo para el desarrollo, sino como un maestro, una presencia sagrada.

El Papa Francisco se hace eco de esta visión en Laudato Si', donde aboga por una ecología integral, un enfoque que integra las preocupaciones ambientales, sociales y espirituales. «Es fundamental enfatizar cómo todo está interconectado», escribe Francisco. ⁴ La pérdida de la Amazonía no es solo una tragedia local; es un desastre global. Afecta las precipitaciones en África, las temperaturas en Europa y la imaginación espiritual en todas partes.

Personas de todo el mundo están alzando la voz. Una joven del sur de la India, en respuesta al documental... Selva amazónica arrasada para construir autopista para la COP30 (Pulso planetario), suplica: “Por favor, no dejen que talen esa hermosa selva tropical. Tienen derecho a protestar y proteger”. ⁵ Su voz se une a un coro creciente de científicos defensores de la Tierra, líderes indígenas, maestros espirituales y jóvenes activistas que nos llaman a regresar a la reverencia, la afinidad y la responsabilidad.

Si la COP30 ha de tener algún significado, debe empezar por honrar el bosque. No con tecnologías verdes simbólicas, sino con una conciencia transformada que reconozca la selva tropical como un ser vivo, no como una comodidad que se pueda sacrificar. Como advirtió Berry: «El universo es una comunión de sujetos, no una colección de objetos». ¹ Mientras no recuperemos esta visión, toda promesa de sostenibilidad se construirá sobre las ruinas de la Tierra.

Y si aún creemos que la economía importa más que el medio ambiente, quizás sea hora de preguntarnos: ¿en qué futuro estamos realmente invirtiendo? Al fin y al cabo, no podemos contar nuestro dinero si ya no podemos respirar.

¿Qué tipo de sostenibilidad esperamos realmente? ¿Se trata solo de envases más ecológicos y compensaciones de carbono, o estamos listos para plantearnos preguntas más profundas sobre cómo vivimos, comemos, construimos y consumimos? Con demasiada frecuencia, nuestra idea de sostenibilidad se limita a la comodidad, algo que no desafía demasiado nuestras comodidades ni nuestros hábitos. Pero la sostenibilidad no es una pegatina en una taza de café; es un cambio radical en nuestra relación con la Tierra y con los demás.

¿Cuántos de nosotros nos detenemos a preguntarnos de dónde proviene nuestra comida, qué se desbrozó para cultivarla o quién la cosechó? Cuando comemos fuera, ¿leemos la etiqueta o la historia detrás de ella? Estas no son preguntas triviales. Son ventanas a la ventana de lo desconectados que estamos de la tierra que nos alimenta.

Vivimos en una cultura predispuesta a las soluciones a corto plazo. Hoy en día, todo es instantáneo: comida rápida, café instantáneo, entrega al día siguiente. Estamos condicionados a esperar rapidez y comodidad, a menudo a expensas de la profundidad, el cuidado y la visión a largo plazo. Pero la Tierra no se rige por nuestros plazos. El cambio climático, la pérdida de biodiversidad y el colapso de los ecosistemas no esperan las ganancias del próximo trimestre. Ya están transformando el mundo que le entregaremos a la próxima generación.

Lo que necesitamos no es una solución rápida, sino una visión a largo plazo basada en el cuidado, la humildad y el reconocimiento de que no somos el centro de la historia. La verdadera sostenibilidad exige que pensemos siete generaciones por delante, no solo hasta la próxima cumbre o las próximas elecciones.

El camino hacia la COP30 no debe construirse sobre el silencio de árboles talados y vidas desplazadas. Debe construirse sobre la reverencia, la moderación y la imaginación valiente para vivir de otra manera por el bien de quienes nos suceden y por el planeta que aún nos sostiene.

¿Entonces, qué podemos hacer?

Alza la voz. Comparte esta historia. Crea conciencia. Ya seas estudiante, líder espiritual, legislador o simplemente alguien a quien le importa, únete a quienes piden un cambio.

Apoye a las comunidades más vulnerables. Escuche la sabiduría indígena y siga su liderazgo. Abogue por políticas que protejan los ecosistemas en lugar de explotarlos.

Replantéate tus propios patrones de consumo. Elige productos y prácticas que respeten los límites de la Tierra. Rechaza la ilusión de que la comodidad es inofensiva.

Y sobre todo, redescubre tu lugar en la comunidad terrestre. Deja que el bosque te enseñe de nuevo a escuchar.

Ha llegado el momento de la transformación. Que la COP30 no sea recordada por el camino que silenció un bosque, sino por el punto de inflexión en el que decidimos recorrer juntos un camino diferente.

Francois Balga Goldong, omi


Notas a pie de página

  1. https://youtu.be/DYtmc2JPIfM  ver este video
  2. Tomas Berry, Reflexiones vespertinas: Reflexionando sobre la Tierra como comunidad sagrada, ed. Mary Evelyn Tucker (San Francisco: Sierra Club Books / Berkeley: University of California Press, 2006), pág. 17.
  3. Tomas Berry, El sueño de la tierra (San Francisco: Sierra Club Books, 1988), pág. 18.
  4. Ibíd., P. 19
  5. Papa Francisco, Laudato Si ': Sobre el cuidado de nuestra casa común (Ciudad del Vaticano: Libreria Editrice Vaticana, 2015), §138.
  6. Documental de Planet Pulse: La selva amazónica fue arrasada para construir una autopista para la COP30, N18G. Disponible en YouTube.

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